cáscara amarga en mirales.es

por Laura Zorrilla

Una producción de Pombo Teatro
Dirección y dramaturgia: Vanessa Palomo
Actrices: Pili Palomo, Paloma del Campo y Laura Garmo
Sala Nudo Teatro, C/ La Palma, 18 – Madrid
9, 16, 23 y 30 de enero de 2011, 20:00 horas
10 €

La sala Nudo, en pleno corazón de Malasaña, es uno de esos espacios acogedores e íntimos en los que, por un instante, una puede imaginar de verdad que está acudiendo al teatro. No a un lugar físico, ni a un espectáculo, sino a un espacio sin tramoyas ni telones en el que sentirá la experiencia de una historia viva y en el que tendrá ganas de reír y llorar con los actores (no a través de ellos); de compartir, de experimentar. Es un lugar de vida, y de pura expresión (que es, en última instancia, lo que debería ser el teatro siempre).

En este espacio singular, lleva meses representándose una producción sencilla y ambiciosa a la vez. Tres actrices (solas, resueltas, autosuficientes hasta decir basta) desgranan sendas historias sobre la autoaceptación y la aceptación de los otros. Historias de personajes que, para comprender y vivir el amor, deben enfrentarse al dolor, la incomprensión, la estupefacción y los prejuicios sociales. Aunque quizás también a sus propios prejuicios.

A lo largo de poco más de una hora, que se hace verdaderamente escasa, el espectador conoce las inquietudes de una chica joven que descubre, tras múltiples relaciones heterosexuales, que ama a su profesora de pintura. Las de una madre de familia, atrapada en una vida convencional y no elegida, que relata quién fue la única persona a la que amó de verdad, y por qué renunció a ella. También se cuenta la historia de una mujer obsesionada por encajar en el ambiente heteronormativo, cuya vida ha sido siempre una lucha constante por ocultar a los demás su verdadera identidad.

Son historias amargas, como la cáscara del título. Un acierto, en mi opinión, el rescate de nuestra historia más reciente a través de una expresión que se empleaba a principios de siglo para referirse a las personas homosexuales. La metáfora, en esta obra, se ha vuelto triste, simbólica, poética incluso. Ser de la cáscara amarga es ser, en esencia, una pena muy honda; una pena que se atraganta y nos roba espacios para respirar.

Pero lo doloroso de Cáscara amarga no es que los personajes descubran que la familia o el espacio social no aceptan ni entienden su forma de amar; lo más triste es quizás comprender que tampoco ellas mismas creen en su derecho a ser felices. Y que hasta que eso no ocurra, nada podrá cambiar en sus vidas.

Como no es bueno que el espectador sufra tanto los domingos por la tarde, en Pombo Teatro han pensado que todo esto merecía ser aderezado con música. Por ello, Cáscara amarga contiene diversos números musicales, canciones conocidas cuyas letras se han adaptado con mucho ingenio a las necesidades de la historia. Es el momento de soltar entonces la adrenalina y las lágrimas contenidas, y de disfrutar sinceramente con esa ironía que, a fin de cuentas, todos debemos aplicar a la vida si queremos sobrellevarla.

En Cáscara amarga el espectador llora, pero también ríe, reflexiona y hasta baila (discretamente, con los piececitos moviéndose tímidamente por debajo de la silla). Las coreografías son brillantemente petardas; las actrices eclécticas, rápidas y muy capaces de cambiar de registro (que es lo mínimo que se puede esperar de una actriz, diréis vosotr@s, pero mejor no me hagáis hablar, que ya sabemos cómo anda el patio). La producción es modesta, y por ello entrañable (a mí siempre me conmueven los actores llevándose el atrezzo o cambiando de sitio los muebles. Me hacen pensar que tal vez, el día que no puedan hacer eso, se sentirán tristes, como si hubieran perdido algo de sí mismos). El argumento es coral, e incluye sorpresas que, por supuesto, no pienso desvelar. Es, en resumen, una obra altamente recomendable.

Las representaciones de Cáscara amarga han concluido por este año. Pero podréis ver la obra todos los domingos de enero de 2011. Y a mí, sinceramente, no se me ocurre una forma mejor para pasar una tarde de domingo en Madrid. Los bolos en provincias tendrán que esperar, pero ¿quién sabe?

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